Millones de personas la padecen en el mundo. Afecta tanto a hombres como a mujeres. Y si la tuvieras, serías incapaz de ponerte al volante. Hablamos de la amaxofobia, un gravísimo problema que dificulta —e incluso incapacita— a un porcentaje significativo de la población con carnet a la hora de conducir, de manera que desplazarse hasta el puesto de trabajo o acompañar a un conductor se convierte en un ejercicio de superación. Una pesadilla que, por si fuera poco, empieza a ser un problema común entre los alumnos de las autoescuelas.

Pese a ser una dolencia o fobia minoritaria, la insignificancia de las cifras —alrededor de 15 mil personas en España— acentúa seriamente el problema, dado que sólo unos pocos reconocen padecer amaxofobia y menos aun conoce su patología. Asimismo, resulta especialmente frecuente en personas de entre 30 y 40 años, más de un 80% de las cuales son mujeres.

También los centros formativos la reconocen como uno de los males que bloquean a parte su alumnado. Examinadores, profesores e incluso psicólogos se enfrentan diariamente con ese enemigo silencioso que avergüenza a unos y anula por completo a otros. Pero, ¿cómo se manifiesta exactamente?, ¿cuáles son sus causas?, y lo más importante, ¿tiene solución?

Mucho más complejo que una patología al uso

Al margen de las apariencias, la amaxofobia —del griego, ‘amaxo’, carro, y ‘fobia’, miedo— demuestra ser mucho más que una patología al uso, no tanto por sus causas como por sus consecuencias. En el cuadro clínico reconocemos, en primer lugar, la escasa disposición al manejo o a la tenencia de automóviles o ciclomotores; la sensación de angustia y ansiedad en el interior de los mismos y, finalmente, los bloqueos y ataques de pánico, como el bloqueo de visión, que puede cegar al paciente por espacio de unos segundos. Y es en esos segundos, a veces minutos, cuando la propia vida y la vida de los demás se expone al peligro.

Entre sus principales causas podemos señalar un amplio espectro, donde destacan las experiencias desagradables al volante y una elevada predisposición a la ansiedad en situaciones de estrés. También influyen factores tan graves como la existencia de traumas familiares (transmisión de información) y otros menos significativos como la inseguridad o la falta de experiencia al volante.

Lamentablemente, y como vienen observando los expertos, en ocasiones no puede señalarse un origen determinado y resulta imposible atacar el problema desde la raíz. Por fortuna, si décadas atrás apenas se conocía su existencia, hoy la patología más temida por los conductores está muy presente en las autoescuelas, donde no sólo ofrecen tratamientos específicos sino que además llegan a curarla.

33% de los conductores afectados, un desafío para las autoescuelas

Iniciativas como Conducesinmiedo.com ponen de manifiesto la importancia que se concede estos días a los amaxófobos. Y es que las estadísticas no pueden decirlo más alto. El 33% de los conductores saben de buena mano sus devastadores efectos a nivel emocional (inseguridad) y conductal (evasión o distanciamiento de la conducción).

Por ello, la mayoría de las autoescuelas dispone de examinadores y profesores especializados, sin contar la presencia de psicólogos que proponen terapias de gran eficacia. En este sentido, la función del instructor no se limita a seguir el guión establecido sino que durante las prácticas deberá regular la tensión emocional del alumno, a veces un desafío difícil de superar pero nunca imposible.

Así las cosas, no hablamos de un transtorno corriente; no debemos subestimarlo, ni concederle la misma atención que a la aerofobia o la claustrofobia, ni mucho menos mantenerse a la sombra. Su tratamiento, por lo tanto, debe ser prioritario en todos y cada uno de los centros formativos. ¿Y tú, qué opinas de la amaxofobia?, ¿conoces a alguien que la haya padecido? ¡Compártelo con nosotros!