Las situaciones de conflicto en carreteras españolas son un mal poco común —pero existente— que ensombrece la seguridad vial. La actuación de la DGT ha sido impecable en las últimas décadas, con una tasa de mortalidad mínima en 2014 y unas previsiones muy prometedoras de cara al próximo año. Sin embargo, la incorrecta señalización, el escaso balizamiento o un amplio espectro de incidencias siguen aportando su granito de arena a la mortalidad al volante. Te desvelamos cómo podrían evitarse fácilmente estas situaciones.
En condiciones normales, la probabilidades de que se produzca un accidente son irrisorias, y el margen de siniestralidad queda subordinado al incorrecto estado del asfalto, a condiciones climáticas desfavorables o a posibles errores del conductor. Pero también las eventualidades son una causa frecuente de riesgo, como bien demuestran las irrupciones inesperadas de animales en la calzada.
Los atropellos de esta clase son moneda corriente en nuestras carreteras (cerca de 50 al día), la siniestralidad llega a ser especialmente recurrente en vías rurales e interurbanas, y muchos conductores no saben cómo reaccionar adecuadamente. En primer lugar, será nuestro deber prevenir ‘sustos’ ateniéndonos a las señales ‘P-23’ y ‘P-24’. Si no podemos reducir la velocidad con moderación, optaremos por el frenazo o la maniobra evasiva, siempre y cuando no ponga en riesgo la seguridad vial.
También, y en menor medida, pueden provocar serios conflictos en el tráfico la presencia de vehículos estacionados (averías), obstáculos potencialmente peligrosos (un árbol caído) o variaciones anormales en la meteorología (ráfagas intensas de viento lateral). En la mayoría de estos casos, moderar la velocidad y eludir con precaución el peligro nos evitará posibles accidentes o las temidas infracciones del código de circulación.
Cuando la señalización es el problema
Como veníamos avisando, las señales de tráfico y las balizas nocturnas son nuestros grandes salvavidas en el asfalto, pero ¿qué ocurre cuando estas se convierten en el enemigo? Lejos de caer en enfoques sensacionalistas, expondremos en detalle tres circunstancias altamente peligrosas: la señalización oculta, la señalizacion incorrecta y la ausencia de señalización.
Primeramente, numerosas vías urbanas se encuentran bajo sospecha a causa de la mala visibilidad de sus señales. Árboles, pasos de peatones e incluso contenedores son los principales culpables. Frente a estas coyunturas, sólo podemos extremar la precaución y confiar en que los servicios de mantenimiento retomen pronto su labor.
También la propia señalización puede ser la causante del siniestro. Hablamos de curvas peligrosas donde no se prohibe adelantar, de pasos de cebra ilegales y de otras irregularidades similares. Asimismo, son muchas las voces que critican el exceso de señales en los centros urbanos, un inconveniente que se ha visto acentuado por la llegada del carril bici. Por otra parte, la balización insuficiente multiplica la tasa de accidentes en travesías nocturnas.
La ausencia de señales de trafico representa, con diferencia, la circunstancia más improbable, abracadabrante y temeraria a la que podemos enfrentarnos. Rotondas sin líneas viales, señales de stop tumbadas en el arcén o cruces sin indicaciones, entre otros, nos invitan a circular ‘a ciegas’. Desde luego, un riesgo innecesario.
Frente a estas situaciones de conflicto, conservar la calma e incrementar las medidas de seguridad será crucial para continuar nuestro trayecto sin incidencias. La improvisación es una mala compañera al volante, de manera que frente a las anomalías mencionadas, deberemos ajustarnos siempre al código establecido para que la circulación se desarrolle con la mayor normalidad posible.